viernes, 13 de abril de 2012

LA FORMULA PARA BAUTISMO

LA FÓRMULA DEL BAUTISMO

¿Cuál es la fórmula más apropiada? ¿En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo o en el nombre de Jesús, como sugieren algunos grupos proselitistas?
Necesidad del bautismo
El que crea y se bautice se salvará (Mc 16,16).
Necesitan nacer de nuevo, desde arriba (Jn 3,7).
Bautícenlos en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt 28,19b).
En estos tres pasajes del Evangelio se ve la necesidad del bautismo. San Juan lo subraya también con estas palabras:
El que no renace del agua y del Espíritu
no puede entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).
¿Distintas fórmulas?
En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo…
Sin embargo, como puede verse, sólo en el Evangelio de san Mateo se nos presenta una fórmula para administrar el bautismo (Mt 28,19b) y es una fórmula trinitaria.
Si tenemos en cuenta que este Evangelio fue escrito en su forma actual hacia los años 80, podemos decir que refleja la fórmula que se usaba en el bautismo por esos años en las distintas comunidades cristianas.
Esta fórmula también está atestiguada en otros documentos del siglo I y II. Uno de estos testimonios es sumamente significativo pues aparece en la Didajé (Didach) o Enseñanza de los Doce Apóstoles, un documento escrito hacia el año 70 d.C., cuando aún vivían algunos cristianos de la generación apostólica. El documento dice lo siguiente:
Bauticen en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, en agua viva. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes hacerlo con agua fría, hazlo con agua tibia. Derrama tres veces agua sobre la cabeza en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Capítulo 7).
Es decir, está atestiguado en la Sagrada Escritura y en escritos del siglo I que la fórmula utilizada en el bautismo es la misma que se utiliza hoy en día en la Iglesia Católica, en la Iglesia Ortodoxa, en las diversas Iglesias surgidas de la Reforma (luteranos, calvinistas (Reformados), anglicanos, etc.) y en la gran mayoría de los grupos proselitistas, pues proviene de un mandato concreto de Jesús, revelado antes de su Ascensión.
o en el Nombre de Jesús
Sin embargo, conviene notar que hay textos bíblicos en el Nuevo Testamento que nos hacen pensar en otra fórmula, que sería la más indicada puesto que es mencionada mayor número de veces que la fórmula trinitaria. De hecho, hay grupos proselitistas que piensan que la fórmula más apropiada para administrar el bautismo es en el nombre de Jesús y no con la fórmula que aparece en Mt 28,19b. Es el caso de “La Luz del Mundo”, “El Buen Pastor” y “Sólo Jesús”, entre otros. ¿Qué podemos decir al respecto?
Hay que decir que no se refleja en los Hechos de los Apóstoles una fórmula única, expresada en los distintos pasajes con las mismas palabras, por lo que no puede considerarse sin más como una fórmula bautismal. Veamos los textos dónde aparece la expresión.
Que cada uno de ustedes se haga bautizar en el nombre de Jesús (Hch 2,38).
Sólo habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hch 8,16).
Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo (Hch 10,48).
Al oír esto se hicieron bautizar en el nombre del Señor Jesús (Hch 19,5).
Levántate, recibe el bautismo
y lava tus pecados invocando su Nombre (Hch 22,16).
San Pablo nos dice en sus cartas algunas cosas acerca de la importancia del bautismo y los frutos que produce en el cristiano, pero no nos proporciona una fórmula para administrarlo, puesto que la considera conocida por sus destinatarios.
Al ser bautizados en Cristo Jesús,
hemos sido sumergidos en su muerte (Rm 6,3).
Todos se han revestido de Cristo,
pues todos fueron entregados a Cristo por el bautismo (Gál 3, 27).
Sin embargo estas palabras del Apóstol nos ayudan a entender las aparentes fórmulas bautismales que encontramos en Hechos de los Apóstoles.
Bautismo de Juan y bautismo de Jesús
Hay que señalar que en los tiempos apostólicos había, además del bautismo cristiano, el bautismo administrado por los discípulos de Juan Bautista y el bautismo administrado por otros grupos judíos de la época, que se administraba a los nuevos prosélitos. El caso de Apolo es muy ilustrativo pues su encuentro con el matrimonio conformado por Aquila y Priscila y, después, con el Apóstol san Pablo se realiza durante el tercer viaje misionero de san Pablo, es decir, entre el 56 y 57 d. C., acontecimiento que nos narra san Lucas en Hechos de los Apóstoles, redactado hacia el año 70 d.C.
Un judío, llamado Apolo, originario de Alejandría, hombre elocuente que dominaba las Escrituras, llegó a Éfeso. Había sido instruido en el Camino del Señor y con fervor de espíritu hablaba y enseñaba con todo esmero lo referente a Jesús, aunque solamente conocía el bautismo de Juan (Hch 18,24-25).
No es el único caso, como puede verse en el siguiente texto bíblico:
Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó las regiones altas y llegó a Éfeso donde encontró algunos discípulos; les preguntó: “¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando abrazasteis la fe?” Ellos contestaron: “Pero si nosotros no hemos oído siquiera que exista el Espíritu Santo”. Él replicó: “¿Pues qué bautismo habéis recibido?” “El bautismo de Juan”, respondieron. Pablo añadió: “Juan bautizó con un bautismo de conversión, diciendo al pueblo que creyesen en el que había de venir después de él, o sea en Jesús.” Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hch 19,1-5).
Se trata, por tanto, de dos bautismos diferentes (el bautismo de Juan y el bautismo de Jesús), que se administraban por la misma época, es decir, más de veinte años después de la muerte y resurrección del Señor.
Que estos dos bautismos son distintos, lo podemos deducir de las palabras de Jesús al inicio de los Hechos de los Apóstoles:
Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días (Hch 1,5).
Por eso es comprensible que san Lucas, autor de los Hechos de los Apóstoles, subrayara que los discípulos de Cristo habían recibido el bautismo en el nombre de Jesús, para distinguirlo del bautismo de Juan y de otros bautismos administrados por otros grupos religiosos judíos de la época, como los esenios.
En efecto, el bautismo era una práctica común en el siglo I y no es exclusivo ni original de Juan Bautista o de Jesús. El bautismo se practicaba entre los judíos como un rito de entrada en una comunidad. Así, Jesús establece también el bautismo para integrarse al nuevo pueblo del Mesías. Sin embargo, se trata de un bautismo muy distinto, pues es un bautismo en el Espíritu Santo, que trae consecuencias muy importantes para el que lo recibe: Dios ofrece nada menos que el perdón de los pecados, derribando todas las barreras que mantenían al hombre lejos de él.
Conclusión
Como lo vimos al principio, la fórmula del bautismo más autorizada desde la generación apostólica es la fórmula trinitaria, que encontramos en Mt 28, 19b. Es la fórmula utilizada por la inmensa mayoría de las Iglesias cristianas y los grupos proselitistas. Así que, el supuesto “gran descubrimiento” que han hecho algunos pastores de los grupos pentecostales de que debe bautizarse en el nombre de Jesús, debe entenderse en el conjunto de los libros del Nuevo Testamento y en el contexto histórico.
Tanto la Biblia, como los documentos de la época post-apostólica y la práctica de la gran mayoría de iglesias y grupos cristianos presentan un testimonio unánime. Por eso la Iglesia católica sólo considera válido el bautismo que se administra “en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” y considera inválido el bautismo administrado por los grupos proselitistas que no creen en la Santísima Trinidad, como los testigos de Jehová y “La Luz del mundo”.
Concluyamos esta reflexión con este pasaje de la Escritura, donde se ve la dimensión trinitaria del Bautismo y la relación que tenemos con Dios Uno y Trino al recibir este sacramento:
En el bautismo volvimos a nacer y fuimos renovados por el Espíritu Santo que Dios derramó sobre nosotros por Cristo Jesús, nuestro salvador (Tit 3,5-6).

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